Un día de 1927,
me ofrecieron un acordeoncito de dos hileras de botones;
me lo vendían
en veinte pesos, muy barato. Le pedí a don Guillermo García
Welsh, mi patrón,
el dinero y me dijo: "Pá que los quieres pela'o?, mejor ponte
a trabajar, después
ahí te echas a perder con la música". Como quiera me los
prestó y compré
el acordeón que se veía bonito, pero como yo no conocía,
resulta que el acordeón
era un chasco. De todos modos, empecé a darle de día
y de noche. Como ensayaba
también en la casa, los dueños me decían: "Mira,
agarra tu tequila
y vete al monte a tocarle a los pájaros". El acordeón no
me duró
mucho y así
me di cuenta que me engañaron con la venta, de cualquier forma le
enganchaba alambritos
y lo hacía cantar.
Yo seguía trabajando
en la labor, nomás soñando en juntar unos centavitos
para irme a Estados
Unidos y comprar un instrumento a mi gusto. Un día que me
levanto, me agarro
unas tortillas y una botella con agua y me voy para Terán, a pie.
Hice tres días
hasta los Ramones y en la estación del tren la pregunté al
boletero,
hasta dónde
me alcanza con dos pesos?, voy rumbo a Reynosa. El boletero me dijo;
"son uno ochenta y
cinco hasta Anzaldúas". Pues sí, ahí me bajaron y
me fuí directo
a la frontera que
ya estaba muy cerca. Llegué a Corrales y corrí a un estanquillo
para
comprar galletas,
el hombre que despachaba me vió y me dijo "Para dónde vas?",
ya le expliqué
que quería pasar el río y tuve tanta suerte que el señor
al verme
hambriento y en huaraches
me dió de cenar, me permitió bañarme y hasta zapatos
me
regaló. Total
que él mismo me recomendó con unos muchachos que me pasaron
al
otro lado y me llevaron
a un rancho, donde el dueño me contrató para desenraizar
y tumbar mezquitez.
Así junté doce dólares, hasta que supe que en la feria
de
Laredo vendían
un acordeón, fui y lo compré. Me costó diez dólares,
regresé al
rancho cantando y
tocando. Los muchachos nomás oyeron el acordeón y se
arrimaron unas botellas
de vino y ahí mismo si hizo la tocada. Estamos hablando
de 1917 que fue el
año de mi primer acordeón bueno, porque luego compré
dos
más en Corpus
Christi; andaba que me volvía loco de gusto.
En 1932 me fuí
a China, Nuevo León, y en 1938 para Monterrey.
Tenía 35 años
de edad.
En realidad mis primeras
composiciones las traje siempre en la mente, porque
cuando trabajaba en
la labor, me inventaba tonadas y las repetía silbando. En 1938
terminé la
primera pieza: De China a Bravo. Ese nombre yo no se lo puse, pero
como la pasaba viajando
de China a Bravo, así se le fue quedando, fueron unos
músicos que
me acompañaban los que la titularon. Hasta la fecha he compuesto
más
de cincuenta composiciones
y las que han pegado más son: El cerro de la Silla,
Evangelina, Naranjo,
Blanca Nelly, María de Lourdes y otras. Mucha gente me
pregunta por qué
tanto nombre de mujer. Será porque los nombres de las mujeres
me gustan tanto.
En 1945 me fuí
a México, pero, de todas las cantinas y restaurantes me sacaban,
pues el acordeón
no gustaba todavía. Un día unos amigos policías de
Los Herreras,
Nuevo León,
se metieron conmigo a un restaurante, ahí en la ciudad de México,
y me pidieron que
tocara. Apenas me estaba calentando cuando el mesero nos
dijo: "Oiga, aquí
no se puede tocar". El más grandote de los policías le contestó:
"Nosotros somos de
Nuevo León y este hombre del acordeón es Tanguma y su
música es tan
buena que donde quiera se le debe escuchar": y como mientras
contestaba le enseño
las pistolas... tuvieron que escucharnos toda la tarde.
Lo que pasaba era que
la música norteña apenas estaba naciendo, y en la mayoría
de los estados del centro
y sur, no se conocía. Por eso a mí me gusta Nuevo León,
porque en cualquier rancho
adoran el acordeón y el bajo sexto. No se necesitaban
muchos músicos para
amenizan un buen baile.
Desde 1938 que me dediqué
de lleno al oficio de la tocada empezó a irme bien,
aunque no pagaban
lo suficiente, podía mantener a mi familia. Ya nomás con
juntar
para los frijolitos,
lo demás era ganancia. Al principio me acostumbré a tocar
sólo
porque había
muy pocos guitarreros que me acompañaran, pero de 1940 para acá,
empecé a organizar
mi grupo, casi siempre tocábamos a dueto: acordeón y
bajo sexto.
De todas mis composiciones,
el shotís del Cerro de la Silla es la que más me gusta.
Esta composición
nació como un chipazo, en un rancho en las faldas del Cerro de la
Silla. En la mañana
quedaron unos amigos de pasar por mí para tocar en una
tardeada; no llegaban
y se hacía tarde; yo estaba muy desvelado y tenía mucha
hambre. Bueno,
pues me recosté
a esperar, como no queriendo, agarré el acordeón, y ya de
rato me
gustó lo que
estaba tocando, repetí las notas y las memoricé, cuando llega
el
guitarrero y me dice:
"Oye esa pieza es muy buena, no te la había escuchado",
no hombre, dije yo,
es la cruda y la sed que me están haciendo ver visiones.
Tiempo después
llegaron a mi casa unos gringos de una casa disquera que me
querían escuchar
y les toqué el shotís que hice cerca del Cerro de la Silla;
les gusto
mucho, y como no tenia
título, pues así se le quedó: El Cerro de la Silla.
Todavía
dicen muchas gentes
que nomás la escuchan, y se les mueven la piernas solas, que
esa piesa hace bailar
a cualquiera, auque no sepan. Me gusta ese shotís, me gusta
ver a los niños
que lo bailan en las escuelas, en las asambleas y en los concursos
escolares.
M vida ha sido el acordeón
y mi familia. Me casé cuando tenía como treinta años.
A mi esposa la conocí
en un baile, muy bonita, se llama María de Jesús, me gustó
desde que la ví,
y me dije, yo me quedo con esa chiquilla, porque ella es mucho
más chica que
yo; me casé con ella en 1933 y tenemos once hijos.
Ahora tengo casi los
ochenta y cuando escucho un acordeón, no sé por qué,
a veces
me dan ganas de llorar,
me da como cierto coraje que allá por los treinta mucha
gente no quería
el acordeón y ahora sí. La música norteña terminó
imponiendo
su fuerza... bendito
sea Dios que el acordeón ya tiene su historia.
Antonio Tanguma Guajardo, murió el 25 de diciembre de 1989.
Es el artista de música
norteña de más reconocimiento nacional e internacional.
Sus polkas, redovas,
shotises y huapangos los han bailado generaciones enteras
de niños, en
miles de escuelas de todo el Norte del país.